Entre la sombrilla y el paraguas no hay más que una diferencia de actitud. Protegernos del sol o de la lluvia, requiren un artefacto similar. Las construcciones realizadas en lugares de fríos extremos del ártico y los tórridos desiertos de altísimas temperaturas, apenas se diferencian en el material con que son construidas, en unos casos la propia nieve extendida en el lugar, en los otros la propia tierra. La necesidad extrema de captar el sol y evitar la brisa, en los confines del Ártico, se opone al deseo de evitar el sol y recibir la brisa en los climas extremadamente calurosos. El Polo Norte es un frío desierto de nieve blanca, que sólo en su vacío se empareja con los tórridos desiertos amarillos del Trópico henchidos de arena. Proyectar para cualquiera de ambos climas, implica considerar la diferencia de temperatura entre el exterior y el interior. Si conseguimos un interior agradable, casi disfrutaremos al pensar en exteriores de temperaturas extremas. Aunque las acciones puedan ser opuestas, la actitud hacia el problema será la misma. La matemática explica esto con nitidez. No hay mucha diferencia entre el acto de sumar y el de restar. . . Los extremos se tocan. . . Cuanto más nos alejamos, más nos parecemos. Las ramas de los árboles se parecen más a las raíces que lo sujetan que al tronco que esta a su lado. Sin embargo, lo sorprendente es lo contrario. Cuanto más cerca estamos de algo, mayor es la diferencia que existe con ese algo. La prueba está en nosotros mismos, siendo el hombre como es, siempre igual a sí mismo es capaz de llegar a cualquiera de sus extremos.
Juan Ignacio Mera