Por una democracia-social. Parte 1

Por una democracia-social. Parte 1

Hoy lo primero y por encima de cualquier cosa está la salud de todos.

Es evidente pero nunca, desde nuestro uso de razón al menos los que no conocimos la guerra, se había visto con tanta claridad.

Es esencial dar las gracias a todo el personal sanitario y a todos los que han decidido dedicar su vida al arte del cuidado de las personas, en cualquier lugar que se encuentren.

Una vez más enviamos nuestro mensaje de admiración por ellos.

Este tiempo que nos toca vivir poco a poco va a ir decantando una serie de pensamientos.

Muchas creencias aprendidas van a desplomarse y otras abandonadas de forma ligera se fortalecerán.

Es verdad que la preocupación es enorme, pero incluso en estas circunstancias, debemos hacer prevalecer la importancia del estudio y el pensamiento.

Un tiempo de cuarentena asoló muchas veces a la humanidad.

Desde que podemos recordar los que nacimos en el siglo pasado, conocido como XX/20, siempre el temor fue, la guerra de las potencias.

Hoy estas andan fabricando mascarillas en lugar de bombas nucleares.

¿Será esto tan importante como para que no se olvide?

¿De verdad después de esto vamos a escribir un nuevo volumen 1?

Siempre que estamos demasiado seguros de lo que hacemos, tropieza la humanidad con algo que modifica las cosas sin remedio.

En su libro “la Decadencia de Occidente”, Oswald Spengler nos dijo, hace ya 100 años:

“Toda cultura pasa por los mismos estadios que el individuo.

Tiene su niñez, su juventud, su edad adulta y su vejez.

En el orto del románico y del gótico se manifiesta su alma joven, tímida, henchida de presentimientos, que llena el paisaje faústico.

En los comienzos, todo es aún vago, confuso, vacilante, lleno a un tiempo de anhelo y de terror pueriles.

Considérese la ornamentación de las portadas en las iglesias románico-góticas.

Piénsese en las catacumbas cristianas.

Más tarde cuando el alma tiene conciencia de haber llegado a la plenitud de sus fuerzas plásticas, entonces, todos los detalles de la expresión aparecen seleccionados, rigurosos, llenos de admirable ligereza.

Entonces surgen por doquiera esos momentos de brillante perfección.

Es el momento de descubrir las bóvedas de Santa Sofía o los cuadros de Tiziano.

Luego vienen obras más tiernas, quebradizas, acariciadas por la suave melancolía del otoño.

He ahí las Corés del Erecteón.

Por último en la senectud de la cultura, la fuerza que declina se atreve aún con un éxito mediano.

Es el clasicismo que encontramos en toda cultura moribunda.

Es el romanticismo, que con melancólica añoranza de su niñez pasada, y al fin, rendida y fría pierde el gozo de vivir y anhela como en la época romana alejarse de la luz milenaria y sumergirse de nuevo en la negrura mística de los estadios primitivos.

El viento ha cambiado.

No queremos aburrir.