«Por ejemplo en el reino animal no hay criaturas favoritas. Cierta compensación equilibra cada don y cada defecto. El excedente dado a una parte se paga con la reducción de otra de la misma criatura. Si se alarga el cuello se acorta el tronco» En sus escritos R.W. Emerson describe el mundo a través de la compensación. Durante muchas páginas trata de convencer al lector a veces en tono mesiánico de que todo en la vida tiende a equilibrarse. Considera él, una falacia, la extendida idea hoy muy de actualidad, que la maldad siempre tiene éxito y que la justicia en el mundo en realidad no existe. Todo hombre dice él, es más sabio de lo que piensa. Lo dicho en escuelas, púlpitos y estrados es cuestionado en silencio. Las palabras cuerdas son entendidas por todos, casi como si las lleváramos dentro de nosotros. Cualquier cosa bien explicada es comprendida por cualquier ser humano que quiera escuchar. Y si esto es así, la ciudad no puede escapar a esta ley. Si una cosa se ensancha por otro lado se estrecha. Si una parte crece otra se reducirá. Y si algo se embellece de forma excesiva otra mostrará su fealdad. Un mercado había y no lo quisimos cuidar. Otro tenemos y sólo se nos ocurre pintarrajearlo para dejar claro que la intervención colectiva es siempre un acierto, cosa que todos sabemos no es verdad.
Central Park nace de una mente individual, pero todos lo disfrutamos como si fuera nuestro. Un hombre es igual a todos los hombres. Un plaza había, pero no la quisimos ver. La moda, la ceguera del momento, nos dejó sin ella. Los medios de comunicación son vitales. Cualquier gobierno democrático debe velar para que exista un periódico que lo critique con altura de miras. El problema es cuando las revistas manejan el pensamiento colectivo. Un número atrasado no hace daño, pero una acción arquitectónica de envergadura siguiendo ese número dura demasiado. Desde hace tiempo todo es opaco. Los jardines son verticales en lugar de plantarse en la tierra. Incluso nosotros, no nos avergonzamos de tener césped artificial. Los enfermos en los hospitales no ven el paisaje, sólo siluetas y se llevan a las bienales edificios enjaulados. La arquitectura debe ser más sencilla, más asequible, más normal.
La ciudad crece y se vacía por dentro. Se ocupan los edificios, y los alcaldes miran a otro lado, pero no se quieren hacer concursos públicos para ello, ni para reformarlos, ni para hacerlos. Se siguen montando jurados populares como Eurovisión. Y el colmo, estamos empeñados en que sólo puede hacer un museo, el que ya lo ha hecho y todos participamos vergonzosamente de esto cuando nos llaman. Para hacer viviendas, las tienes que haber hecho ya, y no unas pocas cientos. Esta es una profesión liberal. Recordemos que Terragni hizo la Casa del Fascio con 28 años.
El grande es hoy cada día más grande, no sé para qué. Hasta que explote con su dinero y sus fundaciones. Se proponen desarrollos inmensos, inabordables, en lugar de trocear el urbanismo en pequeñas acciones. Y los poderes públicos no destinan dinero al pensamiento, muchas veces para rehacer los errores. No importa que estos sean recientes hay muchos.
Pensemos. . . Que la administración active un programa de estudio sobre la ciudad y de trabajo con tanta gente joven y mayor que lo necesita.
¿Por qué no pedir en concursos por ejemplo equipos de distintas edades para que trabajen juntos?
Hay mucho que hacer.
La mayoría de las personas viven en espacios equivocados por no consultar, y lo grave es que muchos no lo saben, pero nosotros sí.
Juan Ignacio Mera