¿Qué es la Arquitectura?

La Arquitectura.

¿En qué consiste?

Permítanme el atrevimiento al lanzar una opinión.

Sin remontarnos más allá del siglo XX, ha habido en el arte y el pensamiento, siempre épocas de claridad y otras de confusión.
Como un sonusoide en ocasiones la ciencia avanza y el arte retrocede, en lineas que se entrecruzan y al revés.
Hay momentos de avance en la técnica y desorden político, otras de generosidad social que incomprensiblemente fueron atacadas por el virus de la perversión ideológica.

Opino que estamos inmersos en una cresta donde se observan con nitidez errores como la violencia o el maltrato de la naturaleza, y sin embargo reina el egoísmo, unido al deseo de algunos por recuperar actitudes pasadas, propias de mentes extremistas y burdas apuestas por nacionalismos, proteccionismos y otros ismos.

El siglo XX arrancó dotado de una sobrecogedora inteligencia al abrir el arte, la música, la arquitectura y la danza, la pintura y la literatura a campos nuevos y desconocidos que aún nos alimentan y lo seguirán haciendo aún muchos años.
Todo lo que esto significó, tuvo como reacción sobre todo en Europa, un comportamiento de masas dirigidas por enfermos mentales que estuvo a punto de terminar con un progreso que se venía fraguando desde la Ilustración.

El arte y la arquitectura caminaron aún así de la mano, casi hasta el final del siglo.

Sin embargo algo pasó.

En un momento dado, el arte entró en crisis, – lo que no significa que siga habiendo grandes artistas puntuales-.
La enseñanza de las bellas artes simplemente perdió su positividad, ensimismada.
Y, ¿qué pasó con la arquitectura?
La arquitectura tuvo la mala fortuna de triunfar.

Durante todo el siglo pasado, fue esta la arquitectura, una cuestión vinculada al pensamiento, dotada de críticos y protagonistas que no entendían la profesión como un espacio de exhibición, ni buscaban ser tan siquiera, reconocidos.
Hoy el arquitecto Pritzker es como un púgil en el ring, jaleado por las masas y presentados por árbitros de cartón, con capas doradas que protegen sus calzones brillantes y sus cinturones dorados, siendo elogiado su peso corporal.

Es verdad que hay Pritzkers que evitan ese espectáculo o que sufren en silencio a la espera de que llegue el día en que uno lo devuelva o se niegue a recibirlo.

Vivimos un tiempo de enorme confusión.

Estos últimos años está la arquitectura en los medios, como son publicitados los viajes organizados a lugares remotos, con imágenes tuneadas abarrotadas de luces doradas para atrapar los animalitos/jurado que se acercan a la luz para ser abrasados.

No es la arquitectura un tema basado en grandes presupuestos.
No es la arquitectura una cuestión de estilo, ni de formas estrafalarias como tampoco es algo que base su valor en el autor.
No es la arquitectura algo que deba reunir todos los materiales más sofisticados y por supuesto, nada tiene que ver con las ocurrencias.

Sí es algo que mejora un lugar.
Algo que funciona.
¡Qué sirve!
Es, sobre todo, dar una solución económica y lógica.
Sí lo es, cuando se busca y encuentra algo inolvidable.
No tiene estilo, ni siquiera un autor.
Es un acierto, un cúmulo de cuestiones que sobrecoge, siempre diferente, siempre igual.
Es algo que perdura y no reclama atención, una cuestión profunda que solicita ser descubierta y que ampara produciendo enorme felicidad a quien la halla.
Es la arquitectura un descanso de la mente y fundamentalmente un ente que rezuma alegría y tranquilidad.
Pocos hoy están en ésta búsqueda, pocos, ya ninguno que se considere triunfante.

Sin embargo, pronto, muy pronto, aparecerán los resultados de cosechas, llenas de jóvenes que ya saben sobre arquitectura verdadera.

Ellos cambiarán las cosas.

Juan Ignacio Mera